domingo, 26 de febrero de 2012

Robiñera (3.003m). Mirador solitario y salvaje.

Robiñera (3.003m), Pirineo Aragonés, España. 12 y 13 de septiembre de 2011.


Ahora sí, mis vacaciones tornan a su fin. En pocos días estaré a cientos de kilómetros del Pirineo, pero antes quiero disfrutar al máximo de este entorno maravilloso. Es una buena oportunidad para compartir unos días de montaña con mis amigos pirineístas, Gorka y Pablo, que tienen la amabilidad de dejarme planificar nuestra salida. Mi elección no es otra que el sector oriental del valle de Pineta, concretamente el Pico Robiñera.

El Robiñera es una enorme mole aislada cuyo punto culminante rebasa por muy poco los tres mil metros y que se encuentra en el Pirineo Axial, concretamente pertenece al sector de La Munia. Nuestra ascensión se desarrolla por la ruta normal S, desde la fuente de Petramula, aunque nuestro punto de inicio es el Camping de Pineta. Es una vía larga, fácil, que discurre por sendero y terreno descompuesto en la parte final de la ascensión. 

Con muchas ganas de explorar esta zona aislada y salvaje del Pirineo, Gorka, Pablo y yo nos ponemos hacia el siempre espectacular valle de Pineta.


RUTA

Dejamos el coche en el camping de Pineta (1.250m) y remontamos la carretera que conduce al Parador de Monte Perdido (1.300m) hacia el N. En este punto sale un camino bien señalizado hacia el N, cerca de una fuente. Recorremos la senda hacia los llanos de Lalarri (1.500m)y una vez a la altura del refugio del mismo nombre, giramos hacia el NE, por una senda evidente (GR.11) que remonta, zigzagueante, hacia las laderas de la Estiva. Seguimos el sendero de Gran Recorrido 11, hacia el E-SE, hasta la fuente de Petramula (1.960m), donde pernoctamos. Al día siguiente, remontamos, por senda evidente, el barranco del Clot de los Gabachos, hasta la base del Robiñera, cerca del Collado de las Puertas (2.533m), donde continuamos por trazas de senda hacia la enorme cara S del Robiñera. Aquí, por trazas de senda y terreno descompuesto, salvamos varios cientos de metros de desnivel antes de encaramarnos a la arista SE, que se recorre fácilmente y sin pérdida hasta la cumbre del Robiñera (3.003m). El descenso hasta el Collado de las Puertas se hace por el mismo itinerario de subida. Desde este punto, bordeamos por el SO los Ibones de la Munia y continuamos hacia el O nuestra ruta por senda, a veces difusa, hacia la Feixa Castiecho, donde descenderemos cuidadosamente por un camino aéreo y zigzagueante que nos dejará en  los llanos de Lalarri, desde donde descenderemos por el mismo camino de subida hasta el aparcamiento del camping de Pineta.


DESNIVEL POSITIVO

Día 1: 900 metros; Día 2: 1.100 metros.


TIEMPO

Magníficas jornadas soleadas, con temperaturas acordes a la época del año y la altitud. Pineta: 25°C; Petramula: 8°C (por la noche); Robiñera 15°C. Viento prácticamente nulo.


CROQUIS


Día 1: Camping de Pineta - La Estiva - Fuente de Petramula

Día 2: Fuente de Petramula - Robiñera - Feixa Castiecho - Camping de Pineta


DURACIÓN

Día 1: Pineta - Estiva (2h) - Petramula (4h); Día 2: Petramula- Collado de las Puertas (1h45) - Robiñera (3h30) - Ibones de la Munia (5h) - Feixa Castiecho (6h) - Llanos de Lalarri (6h45) - Pineta (8h15) . Muchas pausas cortas para beber y sacar fotos, y una larga para comer.



DIFICULTAD
 

Ascensión sin dificultad técnica, pero bastante larga. La mayor parte del recorrido se hace por senda o pista sin ninguna dificultad, aunque en la ascensión de la cara S del Robiñera la senda se vuelve más difusa y el terreno, más inestable y descompuesto. La parte final del recorrido es una amplia arista, que se recorre fácilmente. Cabe recordar que es un pico de más de tres mil metros, con la dificultad propia de la altitud, y recomendar su ascensión en dos jornadas si se acomete desde el valle de Pineta.


DESCRIPCIÓN


Era una cálida mañana de lunes en Pamplona, algo totalmente inusual como punto de inicio de una aventura pirenaica, cuando me reuní con mis compañeros de cordada Gorka y Pablo. Nada más lejos de la realidad, lo inusual, últimamente, era juntarnos más de dos personas para salir a la montaña a practicar una actividad que nos llena a todos, a cada uno a su manera. Yo estaba contento, como sé que ellos lo estaban, y había planificado bien las próximas 48 horas, puesto que es mi costumbre y, además, en esta ocasión, también mi responsabilidad exclusiva.

Comprobamos los macutos verbalmente, en un ejercicio rutinario que había dejado de ser riguroso tiempo atrás, y enseguida nuestras mentes se pusieron a trabajar, trazando bellas rutas, pintando paisajes de ensueño y respirando esa mezcla de calma absoluta y tensión extrema que configuran la experiencia pirenaica y, por extensión, alpinística, ideal. Navegamos por un instante en este océano onírico. Pronto volvimos a asuntos más mundanos, más humanos.

Como de costumbre, el viaje desde nuestra ciudad hasta nuestro punto de destino fue entretenido. Teníamos muchas cosas que contarnos, novedades, aunque también rememoramos viejas historias, para seguir alimentando, quizá inconscientemente, el imaginario de un tiempo pasado de aventuras y desventuras juntos. En la ciudad y en la montaña.

Bien entrada la tarde, llegamos al valle de Pineta, un entorno único cuya orografía, gama de colores y aspecto indómito provocan en el visitante una impresión inolvidable. No por nada este valle supone una parte imprescindible del Parque Nacional de Ordesa y Monte Perdido, quizá una de las más impresionantes.
La aparente humanización del entorno natural, concretamente debido a la presencia de un camping bastante grande y del Parador de Monte Perdido, no han conseguido arrebatarle al valle esa imagen salvaje que proyecta cada rincón de Pineta.

Precisamente, el aparcamiento del camping (1.250m) es nuestro punto de partida. En poco minutos nos preparamos y salimos, bajo un sol de justicia, en dirección a la carretera del parador. Nos paramos en un fuente (1.300m), a mano derecha, justo en la entrada al recinto hostelero. Por aquí pasa el GR.11, cuyo trazado es ahora nuestra sinuosa y empinada ruta que atraviesa un bosque antes de devolvernos a la luz en los llanos de Lalarri (1.500m). Observamos el paisaje, especialmente el circo de Pineta, e identificamos formaciones geológicas y especies naturales con la ayuda de una tabla explicativa que encontramos a un lado del camino. Nos paramos a menudo, el entorno es magnífico, y la tarde, plácida.

Proseguimos por el sendero rojiblanco hacia los pastos de la Estiva, a dos mil metros, que dominan la vertiente este de Pineta. En el camino coincidimos un breve instante con un montañero francés, occitano para más señas, que recorre el Pirineo por el GR.11 con su perro. Estaban sufriendo con el calor, el polvo, la pendiente. El uno y el otro, así que nuestro primer impulso, al llegar a su altura, pues nos precedían en la ruta, fue ofrecerles un refrigerio. Parece que estaban bien, pues no quisieron utilizar nuestras provisiones. Imaginé que, desde que emprendieran su ruta en Hendaya, habían adquirido una resistencia y un conocimiento de sus límites considerables. Esta sospecha quedó confirmada cuando el buen occitano me contó, entre bocanada y bocanada de aire seco y polvoriento, cómo había atravesado Córcega un año antes por el GR.20. Sea como fuere, le indiqué la presencia de una fuente de agua no muy lejos del punto en que nos encontrábamos, donde él y su can podrían recargar sus cantimploras y ofrecerse un descanso antes de plantar la tienda de campaña.

Nosotros también nos paramos en la Estiva (2.000m), donde el agua brota en unos abrevaderos muy limpios y discretos, para descansar. Nos despedimos de nuestros efímeros compañeros deseándoles buena suerte en su aventura transpirenaica. Y en ése preciso instante, quizá por el efecto alucinógeno de las aguas de la Estiva o quién sabe por qué disparatada razón, nuestras mentes se nublaron y nuestro agudo sentido de la orientación se desvaneció. En un instante. Disparates y más disparates, vueltas hacia arriba y hacia abajo, hasta que entramos en razón y continuamos por el sendero de gran recorrido que debía llevarnos a Petramula, aunque nuestro objetivo inicial fuese dormir cerca de los ibones de La Munia.

Anochecía lentamente, como ocurre en verano, y eso nos dejaba un par de horas más de luz para llegar a nuestro destino sin complicaciones. Por suerte nuestros macutos no eran tan descomunales como en otras ocasiones, a pesar de llevar tienda, saco, comida, gas, ropa, etc. Con las últimas luces del día nos adentramos en el rincón de la fuente de Petramula, donde nos esperaba un rebaño de caballos y algunas vacas, en cuyo territorio -me refiero al pasto-, plantamos nuestras tiendas de campaña. Cerca de unas rocas nos congregamos poco después, con nuestras provisiones liofilizadas, tenedores de titanio, hornillo ultraligero, bebida isotónica y demás. Claro, los que habíamos traído algo. Menos mal que hombre precavido vale por dos y, aunque mis sospechas sobre la ligereza de la mochila de Pablo se vieran confirmadas por la ausencia de provisiones de éste, todos comimos suficiente gracias a que Gorka y un servidor nos habíamos "excedido" en nuestros cálculos.

Esa tarde me había recordado dos cosas: Primero, que la falta de costumbre y el exceso de confianza, también en lo que se refiere a la preparación de una mochila, pueden jugarte una mala pasada; Segundo, que aunque estés acostumbrado a hacer algo, puedes fallar si no eres cuidadoso y pones toda tu atención, como se vio en nuestro despiste con el mapa. Son detalles que no tienen mayor importancia a dos mil metros, pero que pueden resultar cruciales en circunstancias o entornos menos favorables. Con todo, tuvimos una cena agradable y una noche plácida.

Al día siguiente, amanecimos temprano. A las ocho estábamos en ruta, después de haber recogido todo nuestro material y de ver, sorprendidos como un coche remontaba la pista de Petramula a toda velocidad. Eran dos montañeros tarraconenses que compartían objetivo con nosotros y con quienes coincidiríamos en cumbre unas horas más tarde.

Nuestra vía de ascenso discurre entre el barranco de Petramula y el barranco del Clot de los Gabachos. El primero es muy cortito, bello, y rematado por una cascada alimentada por el líquido elemento que brota del interior de la roca. El segundo, más impresionante y profundo, se descubre tras haber avanzado considerablemente hacia los Ibones de la Munia, cuyas filtraciones subterráneas están en su origen. En poco más de una hora nos encontramos en las cercanías del Collado de las Puertas (2.533m), que evitamos por el S, cruzando directamente por un sendero evidente hacia el E-NE que nos deja en la amplísima cara S del Robiñera. La magnitud de esta pared es impresionante, como lo habíamos observado desde el lugar de nuestro vivac, cuando los últimos rayos del sol de septiembre se reflejaban en su descompuesta superficie.

Efectivamente, por terreno descompuesto, pero fácil, avanzamos siguiendo trazas de senda e hitos dispersos, sobre todo en la parte baja de la pared. Haciendo zetas e intentando no tragar demasiado polvo, que inevitablemente levantamos, unos y otros, a nuestro paso, progresamos por esta cara masiva, en busca de la arista SE. Una vez ganada ésta, nos encaramamos a ella usando ocasionalmente las manos, hasta llegar a la arista somital, cuya amplia base recorremos tranquilamente hasta la cumbre del Robiñera (3.003m). Las vistas son increíbles, en todas direcciones: Al N, La Munia, que con sus hermanos menores, conforman el Circo de Troumouse; al O los Ibones de La Munia, así como, en segundo plano, el macizo de Monte Perdido, las Tres Sorores y los Astazous; al S, la bella arista que acabamos de recorrer; y al E, en primer término, el glaciar de Robiñera y, en la lejanía, el macizo del Posets y del Perdiguero. Ser una montaña aislada, pero en una situación privilegiada, la convierte en un magnífico mirador del Pirineo Central.

Como no podía ser de otra forma, en la cima nos congratulamos, saludamos a los otros dos montañeros que allí se encontraban y hacemos una parada larga para comer. Pan de pipas -gran descubrimiento de la mano de Gorka-, frutos secos, bocadillo, alguna lata de sardinas, queso, jamón, barritas energéticas y la imprescindible hidratación. Mi ascensión relámpago con mi hermano al Posets de la semana anterior, casualmente también un martes, me había puesto a tono para más montaña y eso revirtió en la ascensión al Robiñera, en la que me encontré especialmente bien. Tras las fotos de rigor, y verificar otras posibles vías de descenso que salían reseñadas en algunos mapas que había consultado para preparar la ascensión -sin resultado, eso sí-, emprendimos el descenso por el mismo itinerario de subida hasta el Collado de las Puertas. Franqueado este punto, llegamos a orillas del gran ibón de La Munia, el meridional, donde paramos a sacar más fotos y a contemplar el magnífico espectáculo que ofrece el Circo de La Munia, al E.

Bordeamos el ibón por el S-SO del mismo y tomamos la senda que desciende hacia la Feixa Castiecho, enorme pared que cierra por el N la amplia explanada de los llanos de Lalarri. Bajamos por campas de hierba hasta el inicio de la Feixa. La ruta que seguimos ahora es impresionante, aérea, predominantemente rocosa, con zonas de hierba que añaden un punto de suspense a un descenso que ha de acometerse con cuidado. Un despiste puede suponer acabar 300 metros más abajo.

Con tiento salvamos el desnivel que nos separa de los llanos de Lalarri, lugar en el que finalmente la relajación y la realización se instalan en nuestras mentes para quedarse. Aún nos quedaba la divertida bajada por el bosque, que hicimos corriendo, hasta el parador. Allí tuve la ocasión de hablar con una familia francesa, una pareja de jubilados y su hijo, que venían todos los años a esta zona del Pirineo aragonés buscando, quizá, sus raíces, el recuerdo de la madre de esta señora septuagenaria que había huido embarazada a través de las montañas, junto a algunos de sus hermanos, durante la Guerra Civil Española, dejando para siempre su pueblo, San Martín de la Solana, y emigrando al país vecino. Una historia apasionante cuyo relato me dejó prendado, tal era la fuerza y el sentimiento del discurso narrativo de esta mujer cuya destino se forjó en aquella fantástica travesía.

Sin palabras, emocionado, regresé al camping. Allí estaban mis compañeros, cambiados. El tiempo había pasado lentamente mientras escuchaba atentamente, inmerso en un mar de emociones. En el momento de despedirse del valle, una última mirada, perdida, dibujó sus montañas, convertidas en testigos silenciosos de las más conmovedoras y emocionantes historias de los hombres.

Salud y Montaña


Reportaje fotográfico: Javier Rodríguez / Gorka Sanz



Parador de Monte Perdido.

Circo de Pineta.

La Estiva.

Abrevadero pirenaico.

Pablo observa el valle.

Camino de Petramula.

Robiñera arde.

Amanecer.

Comodoto y Fuente de Petramula.

Collado de las Puertas (2.533m).

Gorka y yo.

Arista SE del Robiñera.
Arista somital del Robiñera desde la cima.

Monte Perdido, Cilindro y Marboré.
La Munia.

Cima del Robiñera (3.003m).

Descenso por la enorme cara S del Robiñera.

Ibón inferior de La Munia.

Los tres mosqueteros.

Llanos de Lalarri.

Sombra solitaria.


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