jueves, 18 de febrero de 2010

Moncayo (2.316m) por el Corredor Central de Morca (PD+, 45º-55º).



Sistema Ibérico, Sierra del Moncayo, Zaragoza, España. 24 de febrero de 2010.

El del 23 y 24 de enero fue un fin de semana muy productivo. El sábado nos acercamos al Pirineo navarro para realizar una interesante ascensión al macizo Keleta-LaKartxela con mi amigo Aitor. El domingo, en previsión de nevadas en el Pirineo, cambiamos de cordillera para atacar el Moncayo por corredor y acometer una bella y gélida travesía. La ruta elegida: El corredor central del Circo de Morca, con una variante de 55º aproximadamente en la parte final.

El Moncayo, rodeado de planicie, destaca en el horizonte como una montaña alta y aislada. Frontera de los territorios navarro, aragonés y castellano, los romanos la bautizaron como "Mons Caunus", la montaña blanca, por las nieves que lo cubrían durante buena parte del año. El macizo del Moncayo cuenta con tres circos glaciares, San Miguel, San Gaudioso y Morca. Éstos, junto a los bellos bosques que pueblan sus laderas, conforman el Parque Natural de la Dehesa del Moncayo.

En compañía de mis amigos Gorka, Pablo y Luis, emprendemos la ascensión por el Circo de Morca, por el corredor central, tomando un pequeño corredor mixto empinado (55º) para finalizar la escalada. La travesía en el cordal bajo la ventisca de nieve y el descenso por el Circo de San Miguel son parte de esta historia. El Moncayo es siempre una buena actividad.


ASCENSIÓN

Nuestro punto de partida se sitúa en el Albergue del Santuario de la Virgen del Moncayo, a unos 1.621m de altitud. Tomamos el camino, en dirección S, que apenas gana altura y recorre las laderas adyacentes a los circos glaciares. Seguimos la senda hasta la altura del Circo de Morca, entonces, nos desviamos hacia el O, para alcanzar la base de dicho circo. Allí, emprendemos la ascensión del corredor central (especificado en las fotos) de unos 40º-45º, para terminar la escalada con una pequeña "goulotte" mixta de 55º, muy asequible. Una vez en el cordal, con el abismo a nuestra derecha (E) continuamos hacia el N, buscando la cima del Morca, primero, y del Moncayo. Cuando hemos llegado a la cima del Moncayo es preciso encontrar la ruta de descenso, que en nuestro caso es por la Hoya de San Miguel. Tanteando su parte central, encontramos que el descenso se puede hacer en buenas condiciones hasta la base del circo y, desde ahí, hasta el punto de inicio.


DESNIVEL POSITIVO

750m


TIEMPO

Nubes y claros a la salida del Albergue, que se convirtieron en niebla y ventisca de nieve durante el ascenso, travesía y descenso. Sensación térmica entre 0º y -15ºC.


CROQUIS



DURACIÓN

Albergue-Base del Circo de Morca (40 min)-Cordal(1h30)-Morca(2h15)-Moncayo(3h)-Base del Circo de San Miguel(3h50)- Albergue(4h40). Paradas para ponerse los crampones, quitárselos y abrigarse.


DIFICULTAD

Recorrido que, en cuanto a dificultad técnica, califico de PD+. Corredor de Morca, tiene 45º máximo, pero la "goulotte" final que elegimos tiene unos 55º. El descenso también tiene entre 45º y 50º en su parte más vertical. El principal problema de esta ruta es la meteorología, si sale un día con niebla densa como el que tuvimos necesitais buenas dotes de orientación, además de templanza y conocimiento del terreno. Sobra decir mapa y brújula y, el que tenga, GPS.


DESCRIPCIÓN

Son las 7 de la mañana y, por fin, vamos a poder salir a la montaña toda la cuadrilla montañera junta. Lástima que Aitor nos falle en el último momento. No obstante, Pablo, Gorka y yo tenemos mucha ilusión y un amigo de Pablo, Luis, se ha animado a venir con nosotros. Como el Pirineo pinta gris, o más bien blanco, nos decidimos por el Moncayo, viejo conocido que ofrece desde bellos paseos a escaladas más comprometidas.

Salimos de Pamplona con unas ganas increíbles de camino al albergue del Santuario de la Virgen del Moncayo, aunque la nieve en el tramo final de la pista nos desaconseja llegar hasta sus puertas. Dejamos el coche, pues, en el aparcamiento anterior, a unos 700m del edificio. Preparamos, entre bromas mañaneras y el buen rollo de costumbre, nuestros macutos y nos vestimos para la ocasión. El plan ya lo habíamos hablado durante el viaje: Vamos a buscarnos un corredor de 45º a 55º, bien en el Circo de Morca, bien en el de San Gaudioso, para alcanzar el cordal. Después seguiremos al N, para hacer cima en el Moncayo y acto seguido descendemos por el "Cucharón" hasta el punto de inicio. Eso es lo que hicimos.

Los primeros pasos, iluminados por unos esperanzadores rayos de sol que se abren paso entre las nubes, discurren tranquilos, sin apenas desnivel, hasta el albergue. Allí tomamos el camino que bordea los tres circos glaciares, lo que, a la postre, nos obligará a subir por el Circo de Morca, pues sospechamos que no hay camino hacia San Gaudioso por esta senda. No importa, vamos charlando animadamente en busca de las paredes nevadas del circo más oriental.

Sin ganar mucha altura y con un ritmo alegre, vamos a ir desviándonos poco a poco de la senda para alcanzar la base del Circo de Morca. Allí, para nuestra sopresa, ya había un grupo de montañeros atacando... ¡el mismo corredor que habíamos decidido en la distancia! "Qué se le va a hacer, estará hecho papilla cuando lleguemos", pienso. A todo esto, el día se estaba empezando a cubrir, y una grata sorpresa se estaba convirtiendo en el deprimente guión anunciado. La orientación con nieve y niebla en el Moncayo es complicada, sobre todo en el cordal, pero ya he estado varias veces aquí y llevamos material.

Después de unos minutos, interminables, colocándonos los crampones, los guantes y sacando los piolets, estamos listos para empezar. Hemos estado observando el corredor y tiene buena pinta, pero se nos plantea muy fácil, así que buscamos alguna variante para "darle emoción" al asunto. Esto es, vamos a ascender una pequeña "goulotte" a la izquierda de unos 55º, muy estrecha, para salir al cordal. Dicho y hecho, el corredor se nos hace corto, apenas paramos, y enseguida estamos metidos en el meollo. Entre tanto, Luis tiene alguna dificultad con sus crampones, pero lo soluciona parcialmente. Ahora, Gorka toma la iniciativa que, hasta ese momento, me había correspondido y tira fuerte por el estrechamiento, que salva sin problemas. La nieve es buena y las hojas de los piolets responden con suficiencia, las paredes de roca se convierten en buenos apoyos para falicitar nuestra progresión y la inclinación se mantiene durante pocos metros. En unos pocos más estamos arriba, junto a Gorka. Pero para entonces había hecho aparición el malo de la película: la niebla que luego se convirtió en ventisca de nieve.

Estamos en el cordal, rodeados por una niebla densa que no nos deja ver a más de 10 metros y con bastante viento. Recuerdo a mis compañeros que tenemos mapa, brújula, nuestra huella y ropa de abrigo. Vamos a por el Moncayo. Las condiciones no eran muy malas en ese momento, solo niebla y frío, la nieve cristalizada vino después.

Con sentido de la orientación, dejando el abismo a la derecha de nuestra marcha (E), seguimos el cordal, que tarde o temprano nos ha de llevar hasta nuestra cima objetivo. Asumiendo tácitamente unos galones que quizá no me correpondan (Gorka, por ejemplo, ha hecho más invernales que yo), me pongo al frente y asumo la responsabilidad del sentido de la marcha. Una cosa es segura, si no perdemos de vista el vacío de nuestra derecha, llegaremos seguro, solo es cuestión de tiempo. Pero, claro, el otro tiempo está empezando a deteriorarse de forma rápida, y lo que era una inocente niebla se ha convertido en una ventisca de nieve que azota nuestros rostros con sus látigos cristalizados. Nos ponemos toda la ropa, el Gore y el buff o máscara. Tal era la fuerza del viento que los copos de nieve helados se colaban en los diminutos agujeros de mi máscara de neopreno, realmente fustigante.

El caminar se torna dificultoso, pues caminamos con fuerte viento de lado, y nuestra progresión se hace más lenta. Después de unos buenos minutos peleando contra los elementos, nos damos de bruces con la cima del Pico de Morca (2.283m). No hay ganas ni de fotos ni de nada, aunque nos quitamos los guantes para comer una barrita de cereales. Dos minutos, y las manos, heladas. Vamos a hacer el esfuerzo de llegar al Moncayo, porque, una vez allí todo será más fácil y estaremos reanimados por el éxito de la cumbre.

La sensación de claustrofobia que da estar caminando en un infierno blanco, sin apenas visibilidad y con cristales de agua golpeando a rachas tu rostro es una sensación que no había experimetado nunca. He de decir que muy agradable no es, pero tenía la total seguridad de lo que estábamos haciendo y del lugar en el que nos encontrábamos. Seguíamos una huella ficticia, pues si alguna vez hubo una (puede incluso que una reciente), se había helado y venteado hasta el punto de quedar irreconocible en aquel manto blanco. Había alguna duda en el equipo, las dudas que siempre te asaltan la primera vez que vas con alguien a la montaña. Sabía que podía pasar, porque a mí me había pasado. Y cayó la pregunta: "¿Sabes por donde vamos? Quiero decir... la orientación que llevamos... me da la sensación de que estamos dando vueltas en círculo" me pregunta Pablo, el más neófito en esta bella actividad. Le respondo con la seguridad que tengo, pero sobre todo que él requiere: "Estamos yendo todo el rato en hacia el norte, y como seguimos con la vista el vacío que nos sirve de referencia a nuestra derecha, a veces vamos pleno norte, a veces noreste y a veces noroeste". Alguien saca una brújula: efectivamente, ahora estamos caminando noroeste. "Estamos en el último circo", pienso.

Pronto llegamos al enorme collado del circo de San Miguel, sé que la cima está a 200m, vamos bien. Además consta de un gran punto geodésico y de otro pilar de hormigón con una cruz de Santiago. ¡Lo tenemos que encontrar! Me acerco al abismo, intentando recordar la vía por la que llegué el año anterior a este punto, vamos un poco a izquierda y derecha, remontamos un poco más... ¡ya está! Parece que Gorka ha visto algo, nos juntamos, lo vemos todos, es una de las columnas de hormigón. La cima está un poco más allá. Es nuestra. Abrazo de astronauta y sonrisas debajo de las máscaras. Está todo envuelto hielo húmedo y quebradizo, el viento no amaina y la visibilidad sigue siendo nula, pero ahora estamos en la cumbre y disfrutamos de ella durante 6 o 7 minutos. Hace mucho frío.

Nos hacemos unas fotos y decidimos buscar un camino de bajada, en principio, por el cucharón. Pero, ¿desde qué punto? No se ve nada a cinco metros y la decisión recae en mí, que es quien conoce la zona algo más. Tanteo el terreno, me acerco a la pared del circo, hay una pequeña cornisa, pues ha estado soplando de SO. Me lo pienso, sé que volver a bajar por donde hemos subido supone mucho desgaste sin seguridad de encontrar la ruta, sé que bajar a Cueva de Ágreda es un largo camino que luego hemos de solucionar con transporte hasta nuestro coche. No hay otra, "chavales, voy a bajar por aquí", les digo. A alguno le pareció una locura, pero la locura era quedarse parado a pensar más de lo necesario, en montaña hay que ser rápido de pensamiento y de ejecución. Es un medio hostil.

Desaparezco en la niebla por debajo de mis compañeros, tanteo la nieve, es buena. Voy descendiendo de espaldas la parte más inclinada, por ser la rampa de salida, del circo, que tendrá unos 50º. Impresiona, pero en después de pocos pasos grito a mis compañeros que lo veo bien como para llegar abajo y que sé que la pendiente se suaviza después de unos 150m. Me siguen. Escrupulosamente, vamos moviéndonos en paralelo por la pared, encontrando tramos de nieve más dura y partes de nieve blanda, apenas transformada. Conforme vamos descendiendo la pendiente se vuelve menos vertical... cuando de repente oímos un grito de una montañera, a nuestra derecha. Parece venir de la zona de los gendarmes y hemos creído oir que pedía ayuda. No nos lo pensamos, aceleramos la marcha, aún de espaldas al valle, hacia el lugar de donde venía el sonido. Al poco rato contestamos, preguntamos si todo va bien. Afirmativo, nos tranquilizamos. Ahora la pendiente es de 40º, nos damos la vuelta y vamos a su encuentro, queremos verles, pues hace mucho tiempo que no hemos visto nada que no fuese blanco.

Son un grupo numeroso, bien equipado y con un perro. Estaban ascendiendo por el cucharón, pero no han hecho cima, han sido muy prudentes. Posiblemente su grupo era bastante heterogéneo y eso les ha animado a ser conservadores. Ahora que la tensión se ha disipado, descendemos tranquilamente hasta le albergue. Queremos un almuerzo contundente, a la altura de la experiencia. Y consta de: Migas con chorizo y una buena cerveza. Lo más importante, que estamos los cuatro juntos alrededor de una estufa, después de un frío día de montaña. Como siempre, el Moncayo no deja indiferente a nadie. El Moncayo nunca defrauda.


Salud y Montaña


Reportaje fotográfico: Pablo Goenaga / Javier Rodríguez / Gorka Sanz


Salimos del bosque para acercarnos a Morca.

Ya divisamos nuestra ruta de hoy: Este amplio corredor con una variante de salida.

Otro grupo va delante.

Ultimo vistazo a la pendiente....

... y manos (y pies) a la obra.

Se va nublando conforme subimos.

Ahí estaba el dilema.

Saliendo del corredor.

En alguna parte entre Morca y Moncayo...

Hemos encontrado la cima sin demasiada dificultad.

Moncayo (2.316) invernal con los protagonistas de la ascensión.



PS: Los comentarios son fuente de motivación para la existencia de un blog. Si algo te gusta (o si no), coméntalo para que en el futuro siga habiendo nuevas entradas. Gracias.


1 comentario:

Keducc dijo...

Uouo, buen ambiente.

Preciosas fotos metidos en harina.
Gracias por compartirlas.