martes, 15 de diciembre de 2009

Invernal al Petit Vignemale (3.032m). Forjando carácter.


Petit Vignemale (3.032m), Macizo del Vignemale, Pirineo Francés, Francia. 13 y 14 de diciembre de 2009.

Las nevadas del Puente de la Constitución han asentado y disponemos de unos días libres en los que vamos a intentar alguna cima importante, en nuestra primera invernal de entidad este invierno. La ola de frío presenta un panorama de estabilidad atmosférica que oculta temperaturas muy frías.

El Petit Vignemale es una cumbre secundaria del Macizo de Vignemale, si bien fue la primera de sus cumbres en verse hollada, en el año 1789 por La Beumella. Todas las montañas del macizo tienen su historia propia y ésta tiene su momento culminante en la primera ascensión de la "Vía de los Séracs" (AD inf), en 1925 a cargo de Marie-Louise Orta, Jean Arlaud y Charles Laffont en julio de ese año. Anteriormente, en 1908 se había producido un gran desprendimiento de parte de la barrera de séracs.

Siendo nuestro objetivo inicial la corona de Vignemale, la cima del Petit Vignemale, en las condiciones extremas que hemos soportado, nos sabe a gran victoria. Bella montaña y bellas vistas.


RUTA

Punto de partida en el aparcamiento de Pont D'Espagne (1.500m), tomamos la pista GR.10 (HRP) en dirección S, para tomar altura y alcanzar el Lago de Gaube. Éste se flanquea por la derecha del mismo y posteriormente el camino sigue el riachuelo, alternando orillas. Cerca de la cabecera del valle, se encuentra el Refugio de Oulettes de Gaube (2.151m), desde donde la vía a seguir asciende hacia el E primero y luego hacia el S, para acabar doblando al E en el repecho final a la Hourquette d'Ossoue (2.738m). Aquí el camino sigue, en ligero descenso, hasta el Refugio de Bayssellance (2.651m). Desde el refugio tomamos la directa hacia la cresta que tenemos justo al S, para ir remontándola (40º) hasta la cima del Petit Vignemale (3.032m). Descenso directo a la Hourquette d'Ossoue, y después misma vía que para la subida. Gráfico de la ruta.


DESNIVEL POSITIVO

1650m


TIEMPO

Frío extremo. -8ºC en Pont D'Espagne (1.500m), -12ºC en Oulettes de Gaube (2.151m), - 15ºC en Bayssellance (2.651m), -18ºC en Petit Vignemale (3.032m) con viento a 20 km/h. Nublado y después despejado. Nivel de las nubes: 2.300m.


CROQUIS



DURACIÓN

Lo normal, sin equivocarse de camino: Pont D'Espagne - Lago de Gaube (1h) - Oulettes de Gaube (3h) - Hourquette D'Ossoue (4h45) - Bayssellance (5h15) - Petit Vignemale (6h30). A nosotros nos costó 7h15 llegar a Baysellance.


DIFICULTAD

Ninguna dificultad técnica reseñable, si se domina la técnica de cramponaje y progresión con piolet. Dificultades principales derivadas de la orientación nocturna, la falta de huella clara en tramos y el extremo frío. Ruta larga y con mucho desnivel, para hacer en dos etapas.


DESCRIPCIÓN

Salimos de Pamplona con retraso, hacia las 13:20, con lo que ya sabíamos que no íbamos a ver ni pizca de sol y que la "aproximación" (¡menuda aproximación!) iba a ser de noche. Fuimos por Jaca y el Portalet, donde no había ni un alma esquiando, por la poca nieve y porque el mercurio testimoniaba -7ºC. Allí nos paramos a comprar comida y bebida, y comimos en el coche, un bocata rápido.

En cuanto pasamos a los valles franceses pudimos observar la magnitud de la ola de frío, todo estaba cubierto por una niebla heladora y el paisaje envuelto en escarcha. Se nos estaba haciendo de noche, así que nos propusimos no parar más y tomar el camino más corto. Por desgracia el puerto de Aubisque está cerrado de noviembre a mayo, como reza el panel colocado a pie de carretera, así que tuvimos que seguir hasta Lourdes y desde allí subir a Cauterets. Esta famosa estación de esquí estaba recién nevada, con un dedo de nieve fresca en la carretera, y aún nos quedaba subir hasta el aparcamiento de Pont D'Espagne (1.500m). Poco a poco y con marchas largas (sin poner las cadenas), llegamos a destino. Tres coches aparcados, uno en marcha que se presta a largarse. Aquello parece muerto. El termómetro del coche daba -8ºC, pero nosotros teníamos ya ánimo y ganas de darle a las botas. Nos vestimos, guardamos las cosas en el maletero y nos ponemos en marcha enseguida, son las 18:55 y tenemos, en principio 4h30 de marcha hasta el Refugio de Bayssellance (2.651m).

En total oscuridad, con unas temperaturas que no invitan a quedarse quieto y con el cuerpo destemplado, empezamos a andar siguiendo la luz de nuestros frontales. Nos cuesta un poco encontrar la pista, el GR 10 (HRP, para los franceses), que remonta el Valle de Gaube. El primer aviso lo tenemos en el camino empedrado del comienzo: una capa de hielo de espesor variable (2 a 3 dedos) se cuela entre las piedras y tenemos que progresar apoyando sobre la punta de las piedras que queda al aire. La progresión es penosa, os lo podeis imaginar. Todo estaba más que helado. Pero nuestro ánimo es bueno y lo estamos pasando bien.

Nuestro mapa indica que, en el largo ascenso hacia la cabecera del valle, el primer punto de referencia es el lago de Gaube, que deberíamos haber alcanzado a la hora y media de caminata. Nunca lo vimos, andábamos como autómatas y no nos percatamos del flanqueo que hicimos del lago, solo nos interesaba seguir la huella, no hacía tiempo para nada más. No sacamos ni una sola fotografía en toda la noche, implicaba perder demasiada energía, y la íbamos a necesitar.

Preocupados por no encontrar muestras de que estabamos yendo por el buen camino, continuamos por la huella. La temperatura se hace notar, por suerte no hay casi viento, solo una ligera brisa de vez en cuanto castiga la poca piel que tenemos al aire. Las pestañas se hielan, la nariz se vuelve insensible. Abro y cierro las manos continuamente para que circule la sangre. Seguimos adelante, haciendo amagos de perder la huella de vez en cuando, no perdemos mucho tiempo.

En poco más de 3 horas llegamos al Refugio de Oulettes de Gaube, que está cerrado, algo que ya sabíamos. Está situado a 2151m de altitud y es enorme, como dos veces el de Góriz. En este punto empezarían nuestras dificultades, que en este momento no eran graves. Damos la vuelta al refugio buscando seguir la vía, nuestras posibilidades de éxito pasan por encontrar una huella hecha que conduzca a Bayssellance. La retirada ni se nos pasa por la cabeza a estas alturas, así que, con paciencia, finalmente identificamos pisadas y acto seguido un hito que marca la vía a seguir.

El rastro asciende decididamente, aún podemos progresar sin crampones, pero se está haciendo cada vez más difícil. Pero eso no era lo peor. En cierto momento, habiendo ascendido unos cuantos centenares de metros, perdemos las huellas. Para ser exactos, aparecen rastros múltiples, lo cual nos confunde y, como suele pasar cuando se está a -16ºC, de noche, en un lugar de Alta Montaña en el que no hay nadie en km a la redonda y reventados por el esfuerzo, seguimos el camino equivocado. Ascendimos por una pala de unos 45-50º de inclinación unos 200 metros de desnivel, siguiendo el rastro imaginario de lo que parecían huellas. No debimos hacerlo, estábamos subiendo hacia nuestra miseria, hacia el punto de inflexión que nos hizo tomar otra conciencia de la situación. Extenuados por el esfuerzo, sin otras referencias que las alargadas siluetas de la cara norte de la Pique Longue de Vignemale y sus hermanas menores y con el ánimo bajo mínimos, tomamos la decisión de volver al coche. Es lo más lógico, hay que aceptar la derrota, un alpinista también tiene que saber renunciar con la cabeza. Pero su corazón nunca descansa.

Nos ponemos más ropa, los crampones, sacamos los piolets. Vamos a irnos hacia abajo cuando, casi a la vez, Aitor y yo nos proponemos un último intento si conseguimos ver una huella fiable. Si algo tenemos en común los dos es nuestra perseverancia y capacidad de sufrimiento, así que nos damos esta última oportunidad. Esto podía ponernos en un punto de no retorno, puesto que las penas que sufriríamos de pasar la noche vivaqueando sin saco, hubieran sido enormes. Fue una decisión difícil. Pero, todo hay que decirlo, no había opción buena, era pasar miseria cuesta abajo o pasarla cuesta arriba, y en ese momento estábamos más cerca del Refugio de Bayssellance que del coche. 

Bajamos por la pala, cada vez más helada, con todas las precauciones. El desgaste nervioso es enorme, todo se hace con la máxima precisión. En un punto de la bajada, me parece ver una cuerda... ¿una cuerda? ¿aquí? Nos acercamos para comprobar que era la toma de agua del Refugio de Oulettes de Gaube. Ojeamos la zona y vemos que un rastro de huellas de raquetas y de pisadas sigue hacia la derecha, en la orientación correcta según nuestro mapa. Es nuestra huella, es nuestra oportunidad.

Seguimos la huella, nuestras fuerzas están más congeladas aún que el entorno que nos rodea, la progresión es muy lenta. Aitor va un poco más rápido que yo, adecúo mi ritmo a un esfuerzo que me permita llegar al refugio, por una parte, y que me permita generar calor, por otra. Nuestras posibilidades pasan por adoptar esta técnica, pero tenemos que parar de vez en cuando, cada vez que paro me acuerdo de alguien y mi mente sonríe, porque mis labios ya no pueden. No podemos quedarnos parados más de 2 minutos, a pesar de toda la ropa y del esfuerzo, la dispersión térmica que sufrimos inclementemente nos enfría enseguida. Sabemos lo que significa quedarse parado. Sabemos lo que significa la somnolencia que nos conmina a no dar un paso más y tirarnos en la nieve a dormir.

El cielo está limpio y las pétreas siluetas del Vignemale y sus acólitos apuntan al espectáculo irreal de una bóveda celeste poblada por miles de estrellas y constelaciones. Nunca habíamos visto algo así, parecía que se fuese a caer encima nuestra, de tan saturada que se encontraba. Esta grandiosa visión, solo posible en un entorno natural salvaje, con una nula contaminación lumínica y con una atmósfera limpia y gélida de invierno, parece compensar todo nuestro esfuerzo y nos anima a seguir ascendiendo en busca del collado de Hourquette D'Ossoue, que ya no está lejos.

La huella no nos ha abandonado, es antigua, pero se puede seguir bien. El último repecho antes del collado se hace duro, clavamos los crampones de frente, traccionamos con el piolet alternativamente. Mi cuerpo, acostumbrado ya al ritmo pesado que mi cabeza le ha marcado como método de supervivencia, alcanza el collado sin ninguna emoción. Ahora ya solo queda bajar hasta el Refugio de Bayssellance (2.651m). Estamos muy cerca de lograr lo que horas antes era un imposible. Como dos exploradores de lo irreal, vemos la puerta metálica del refugio, Aitor la abre y trata de abrir la puerta interior, pero la cerradura está helada. Busco otra puerta para entrar en la parte libre del inmueble, cuando Aitor me comunica que ha conseguido abrir la puerta, estamos dentro. Nos abrazamos, lo hemos pasado mal, hemos luchado mucho. Pero estamos bien. Son las 2:15 del 14 de diciembre.

Hace mucho frío en el interior unos -10ºC, pero ya no hay viento y estamos a salvo. Nos quitamos lo justo, la parte interior de mi chaqueta de gore-tex tiene escarcha, por haber respirado en el interior. Me pongo el chaleco de plumas, deseando que fuese un buzo. El frío ahí fuera ha sido extremo.

Exploramos las habitaciones. Como era de suponer, estamos solos. Sacamos nuestros víveres e intentamos hacer un fuego en la estufa de leña que hay en el recinto de comidas. Todo está helado y húmedo, no hay quien haga un fuego, así que sacamos el hornillo y la comida y preparamos unos tortelinni que encontramos en la cocina.

Comemos como si no lo hubiésemos hecho en semanas, de todo, la pasta, fuet, leche condensada... fundimos nieve para beber. Entramos en calor, por decir algo. Vamos a intentar dormir lo mejor posible, vamos a la cama con todo aquello que no queremos que se congele. Lentillas, batería de la cámara... Nos echamos tres mantas de un grosor considerable, pero les cuesta retener nuestro calor, que se escapa por cualquier sitio. Duermo en posición fetal, con el chaleco de plumas, mallas, calcetines, guantes, gorro. La nariz mejor tenerla debajo de las mantas también.

Noche muy fría, pero dormimos, nos despertamos a las 9:15. Nos ponemos en marcha muy despacio, después de haber preparado un desayuno caliente muy nutritivo y haber fundido un montón de nieve para poder hidratarnos. El líquido es fundamental. Las barritas energéticas también, aunque estén duras como piedras, eran barritas "de chupar". Entre bocado y sorbo nos ponemos a hablar de los objetivos, teniendo en cuenta el enorme desgaste sufrido la noche anterior. Nos proponemos el Petit Vignemale (3.032m), muy asequible técnicamente y de rápido acceso desde le refugio. El día es magnífico, frío como ninguno, pero el viento es casi nulo y brilla el sol por encima de un mar de nubes que se extiende en todas direcciones, aproximadamente en la cota 2.300.

Emprendemos la marcha a las 11:20, con todo el equipo preparado y recogido. Queremos subir por la zona soleada, así que nos dirigimos directamente al S, para ganar la arista que remonta hasta nuestro objetivo. La nieve esta perfecta, polvo con una costra dura que haría las delicias de los esquiadores. En algunos tramos de umbría hay hielo, a veces azulado. Subir con los crampones por la bella arista mixta es un placer y las vistas hacia Ordesa, hacia Bigorre o hacia Balaitous y compañía son impresionantes. La subida se hace amena, si bien se siente el esfuerzo de hace unas horas. Alcanzamos la antecima a las 12:35 y vemos que el punto más alto requiere pasar una arista nevada de unos 10 metros. La nieve está perfecta y estable, no hay cornisas y el paso es bastante ancho. Llegamos a la cima del Petit Vignemale (3.032m), que nos sabe a triunfo de los grandes. La temperatura a esta altitud es de -18ºC, con un ligero viento de unos  20 km/h, nos da una sensación térmica de aproximadamente -26 ºC. Nunca habíamos pasado tanto frío. Apenas hablamos, nos basta con mirarnos: Estamos felices. Hacemos las fotos de nuestra victoria y exploramos con la vista la arista que conduce a la Punta Chausenque y hacia la Pique Longue, así como la salida del corredor terminal de la Vía de los Séracs (AD inf.) al Petit Vignemale.

El momento de éxtasis se apaga. Unas nubes están cubriendo el sol y quieren ocultar la visión que tenemos de la Pique Longue, así que decidimos bajar sin demora y directamente a Hourquette D'Ossoue. Cuando llegamos a este collado está ya casi todo cubierto. Es hora de apretar el paso y llegar al coche lo más rápido posible dentro de lo que nuestras fuerzas nos permiten. Antes de despedirnos de la cara norte del macizo, sacamos unas fotos. Ahora nos adentramos en el mar de nubes, donde está nevando ligeramente, en el Refugio de Oulettes de Gaube nos quitamos los crampones. Más peso a una espalda maltrecha por una mochila llena a rebosar. Seguimos nuestra senda helada y muy incómoda, se hace difícil mantener la verticalidad, la temperatura exterior está en -15ºC y la humedad es muy alta, un riachuelo discurre al lado del camino. Sentimos curiosidad por ver el lago que la noche nos ocultó, por fin llegamos, casi sin perder altura a una gran explanada donde se encuentra mitad helado, mitad líquido, el huidizo ibón. Para comprobar el grosor de la capa de hielo lanzamos varias piedras de diferente tamaños sobre la parte helada: Ni una sola fue capaz de penetrar el hielo, que debía tener entre tres y cuatro dedos de espesor.

El cielo se está oscureciendo y queremos llegar al coche antes del anochecer, pero el camino helado no nos deja progresar con rapidez, un resbalón puede tener malas consecuencias y tenemos que estar atentos hasta el final. Por fin, a las 17:30 llegamos al coche (el termómetro marcaba -8ºC a 1.500m) y concluimos nuestra ascensión express al Petit Vignemale en el día más frío del año. Una experiencia extrema, una lección dura.

Salud y Montaña


Slideshow Petit Vignemale (3.032m). Ascensión invernal: Javier Rodríguez

Reportaje fotográfico: Javier Rodríguez


Llegada a las 2:15 al Refugio de Bayssellance.


Habitación de invierno.

Impecable, pero frío...

La placa del refugio.

Mirando por la ventana del refugio.

La cresta que conduce al Petit Vignemale.

En la cresta.

Precioso día de montaña.

El refugio va quedando atrás.

Bello mar de nubes hacia Gavarnie.

Ultimos pasos.

Cima del Petit Vignemale (3.032m, -18°C),

La arista desde el Petit Vignemale a la Pique Longue.

El Montferrat.

Se aprecia las huellas de nuestro descenso desde el Petit Vignemale hasta Hourquette D'Ossoue.

Cara N del Vignemale.

Aitor con el Vignemale.

Mar de nubes en el valle de Gaube.

Lac de Gaube.




PS: Los comentarios son fuente de motivación para la existencia de un blog. Si algo te gusta (o si no), coméntalo para que en el futuro siga habiendo nuevas entradas. Gracias.



jueves, 3 de diciembre de 2009

Peña Itzaga (1.361m). Entrenando para las invernales.

Peña Itzaga


Parecía que la nieve se iba a quedar con nosotros desde principio de noviembre, pero un tardío verano de San Martín nos ha privado de disfrutar del blanco elemento hasta finales de mes. Afortunadamente, la nieve ha llegado para quedarse y con ello damos por inaugurada la temporada de invernales, cuyo campo de pruebas va a ser, entre otras montañas menores, Peña Itzaga.

Itzaga es un monte que separa los valles navarros de Izagaondoa y Unciti, al norte, del de Ibargoiti al sur. Sus 1.361 metros de altitud sobre el nivel del mar hacen de esta cumbre una de las mayores elevaciones del entorno de Pamplona, pero destaca especialmente por su prominencia de casi 800 metros, que le otorgan vistas sobre la Cuenca del Pamplona y el Pirineo impresionantes.

Con ganas de probar parte del material de invierno que he adquirido me encamino a esta montaña fetiche del montañero pamplonés, donde muchos de nosotros entrenamos en vistas a actividades más serias en la cordillera pirenaica. Un buen aperitivo para lo que viene. ¡A pisar nieve!



ASCENSIÓN


Ascensión cuyo punto de partida se sitúa en el pueblo de Reta (660m), donde aparcamos el coche en su salida sur, en un rellano herboso. Desde aquí tomamos la calle que asciende hacia el S y luego se convierte en pista en esa dirección. La pista atraviesa campos de cultivo durante un buen rato hasta que llegamos al área de desbroce, donde seguimos los cortafuegos hacia el SO, a mano derecha veremos una senda que se interna en el bosque. La senda asciende entre los árboles y salva una estribación rocosa que nos da acceso a la zona superior de la montaña. Llegamos por este camino a la Ermita de San Miguel, donde se muere la pista que viene de Zuazu. Un paseo por la amplia cresta somital nos lleva a la cima sin mayor dificultad.

Desnivel positivo acumulado: 700 metros

Tiempo: Nublado y bancos de niebla, temperatura de 5ºC en Reta, 0ºC en cima. Viento a 35km/h en cumbre.

Ruta: http://www.gmap-pedometer.com/?r=3348893


DURACIÓN

Reta - Inicio de la senda del bosque (20 min) - Ermita de San Miguel (55 min) - Cima de Itzaga (1h05 min). Ritmo normal. Sin paradas.


DIFICULTAD

Ninguna aparente, se camina desde el pueblo hasta la cumbre sin tener que superar ningún paso complicado. Desnivel asequible. Las únicas dificultades son las referentes a la orientación, que puede resultar complicada antes de entrar en el bosque, puesto que la zona está en proceso de desbroce. Dentro del bosque la senda se une con otras y solo la intuición y los escasos hitos nos ayudarán a seguir el buen camino.


DESCRIPCIÓN


La última semana de noviembre ha sido muy desapacible, el viento y la lluvia se han apoderado del cielo y han barrido cualquier evidencia de buen tiempo pasado. Hacía falta que llegasen las precipitaciones, para la tierra y para el hombre. Precisamente quien suscribe estas líneas estaba ya deseando ver nieve y acercarse a la montaña en condiciones propias de la época del año en la que nos encontramos. Tan pronto como el tiempo ha abierto un paréntesis de estabilidad, me he lanzado a entrenar a una de mis montañas fetiche, que conozco como pocas por ser muy próxima a Pamplona.

La Peña Itzaga lució su manto nivoso en la lejanía, visible desde la Cuenca de Pamplona, y atrajo mi mirada el día anterior. La mañana siguiente, salgo de Pamplona por la autopista, primero dirección Zaragoza, luego Jaca y, posteriormente me desvío hacia Urroz. En pocos kilómetros dejo la carretera autonómica para entrar en una comarcal que me conduce a Reta. Aquí aparco mi coche y me preparo con la ropa de invierno, básicamente una malla interior y calcetines gruesos, no está el día para más.

Me pongo en marcha a una hora ya tardía siguiendo la pista que asciende hacia el S, que estaba bastante embarrada, con lo que la progresión, aparte de penosa, es lenta. Conforme voy dejando atrás el pueblo y los campos de cultivo, voy tomando consciencia de la magnitud del incendio que devastó buena parte de la montaña este último verano. Al parecer un rayo impactó en la zona de matorral durante una tormenta eléctrica, en julio, y las llamas se propagaron con violencia, dejando más de 900 ha calcinadas. Recuerdo con pena el día que tuve conocimiento de aquel hecho, Itzaga ha sido y es una montaña que significa mucho para mí.

La realidad del lugar, hoy en día, es que las máquinas han tomado la parte baja del monte, en su vertiente norte, para desbrozar toda aquella naturaleza muerta durante el estío. La imagen es dantesca, el manto arbóreo se ha retraído unas decenas de metros y las herbosas pistas son ahora grises cortafuegos. La ceniza se ha disuelto en las capas superiores de la tierra, dándoles un aspecto negruzco nada familiar. En este escenario, desesperante, estaba yo buscando el inicio de la senda del bosque. Era como buscar una aguja en un pajar, donde antes había 2 pistas ahora hay 10 cortafuegos, árboles marcados de todos los colores y ninguna huella de montañeros. Después de haber estado divagando, y contemplando la posibilidad de retirarme ante la neblina y el frío imperantes, encuentro el camino de casualidad. Cambio de planes otra vez, me voy hacia arriba.

El inicio de la senda del bosque está marcado con una señal de unos 30x15cm, clavada en un árbol. No es fácil verla hasta que no se está a pocos metros. El camino aparece cubierto con un espeso manto de hojas humedecidas por las precipitaciones de los últimos días y por la niebla que envuelve la montaña en esos momentos. El matorral que puebla las bases de los árboles refuerza esa imagen de abrigo que desprende el bosque, cuyas hayas, por el contrario, están ya desnudas atestiguando la entrada de la estación fría.

Siguiendo el camino casi de memoria, ya que nadie ha pasado por allí en las últimas horas y la tupida alfombra de hojas aparece uniforme, progreso hacia la cima. La senda se une con otra que asciende desde la vecina población de Ardanaz, situada al O de Reta, y sigue un perfil sinuoso para salvar una pared de considerables dimensiones que, a primera vista, parece proteger el acceso a la parte superior de la montaña.

Saliendo del bosque entramos en un tramo que solía ser de matorral y ahora se ve convertido en testigo de la destrucción causada por el fuego. Sea como fuere, de las inertes ramas negras de aquellos arbustos están saliendo pequeños brotes verdes, desconozco si de la misma variedad arbórea o de otra distinta, pero la vida vuelve al lugar. Tras un breve paso por esta zona alcanzamos la Ermita de San Miguel de Izagaondoa, cuidadosamente restaurada y perfectamente visible desde las poblaciones del valle al estar en el perfil de la montaña.

Hace un rato que me he puesto el gorro cortaviento de forro polar debajo de la capucha, al salir de la zona protegida por la vegetación, las ráfagas de viento se hacen notar, máxime teniendo en cuenta la baja temperatura. La nieve hace acto de presencia también poco después de abandonar la ermita, pero está poco asentada por la continua acción del viento. En pocos minutos alcanzo la cima, envuelta en niebla y con un viento que no invita a quedarse más de lo necesario.

Enseguida emprendo la vuelta, desandando lo andado y habiendo experimentado el viento frío y la nieve por primera vez esta temporada. Y esto solo es el principio.

Salud y Montaña